entretela
Esta colección es un viaje íntimo hacia las emociones que han tejido mi identidad, un diálogo entre la memoria y la materia que cobra vida en composiciones matéricas y abstractas. Cada obra es una meditación cruda y honesta sobre lo humano, donde lo intangible se transforma en hilos, texturas y formas. Este proyecto explora la belleza y la crudeza de la vida, capturando el tránsito de la materia hacia lo eterno y reflexionando sobre la herencia emocional que nos define.
Inspirada por recuerdos arraigados en mi infancia, la colección desentraña los ecos de quienes ya no están. A través de hilos y pigmentos, evoco la resiliencia de generaciones de mujeres que, vestidas de luto y enfrentadas a injusticias, construyeron su presente con dignidad y sacrificio. Este homenaje a la memoria colectiva también es un canto a mi tierra y a las fuerzas que conmueven mi espíritu. Con tres colores —rojo, blanco y negro— narro las emociones que atravesarán cada pieza: el rojo simboliza pasiones reprimidas y deseos latentes; el blanco, sueños de libertad y una vida luminosa; y el negro, el rigor del luto y el aislamiento que marcaban una época.
Cada obra entrelaza memoria personal y colectiva, tejiendo un puente entre el pasado y el presente, transformando el silencio en arte eterno.
entretela
Esta colección es un viaje íntimo hacia las emociones que han tejido mi identidad, un diálogo entre la memoria y la materia que cobra vida en composiciones matéricas y abstractas. Cada obra es una meditación cruda y honesta sobre lo humano, donde lo intangible se transforma en hilos, texturas y formas. Este proyecto explora la belleza y la crudeza de la vida, capturando el tránsito de la materia hacia lo eterno y reflexionando sobre la herencia emocional que nos define.
Inspirada por recuerdos arraigados en mi infancia, la colección desentraña los ecos de quienes ya no están. A través de hilos y pigmentos, evoco la resiliencia de generaciones de mujeres que, vestidas de luto y enfrentadas a injusticias, construyeron su presente con dignidad y sacrificio. Este homenaje a la memoria colectiva también es un canto a mi tierra y a las fuerzas que conmueven mi espíritu. Con tres colores —rojo, blanco y negro— narro las emociones que atravesarán cada pieza: el rojo simboliza pasiones reprimidas y deseos latentes; el blanco, sueños de libertad y una vida luminosa; y el negro, el rigor del luto y el aislamiento que marcaban una época.
Cada obra entrelaza memoria personal y colectiva, tejiendo un puente entre el pasado y el presente, transformando el silencio en arte eterno.
“Isabel podría haber representado esa realidad pretérita a la antigua. Podría haber pintado a las mujeres de su familia y sus vecinas cosiendo, lavando, cocinando… en definitiva, realizando esas operaciones en gerundio. Pero ha preferido -y ha hecho bien, puesto que en ello radica la singularidad y el valor de su obra- evocar esas operaciones realizadas en el pasado a través de objetos que portan su huella profunda. Son las cosas las que manifiestan la presencia de las personas ausentes. Ha recogido y recosido lo que esas personan anteriormente habían realizado realzando la presencia de ellas. Así, el ámbito de realidad que plasma la obra queda íntimamente ligado a los materiales que la componen. Ocurre lo mismo con los colores: el blanco (de las paredes encaladas, de las sábanas tendidas al sol), el negro y los grises (el luto), los rojos (la pasión y emociones reprimirdas). Un mundo sobrio materializado con sobriedad.
En Entretela, los objetos (telas, prendas, piezas de crochet, bordados y encajes, algunos originales de los años cincuenta) consiguen evocar con fuerza su ámbito de origen. Hay algo mucho más difícil que reproducir objetos o figuras: plasmar ámbitos de realidad, encarnar un mundo y que los demás puedan verlo. Una obra de arte es más valiosa cuanta más capacidad posee de remitirnos a las realidades más valiosas de nuestra vida. Entretela encarna un ámbito de realidad: la vida de las mujeres en el mundo rural andaluz vista por los ojos de una niña.
El impulso inicial que activa la voluntad puede ser oscuro, impreciso, fugaz: “sonidos, olores, e imágenes de mi niñez”. Pero la obra se resuelve haciéndola, manipulando la materia que impone siempre sus condiciones, hasta conseguir -filtrando mucho, trabajando mucho, con pasión y atrevimiento- el resultado buscado. La creación de una obra requiere y carga sobre ella la experiencia de toda una vida, el trabajo de toda una vida. Pero de esto el autor no es consciente… es algo que anda por ahí, y cuando es preciso sale (o no). Ahora bien, del trabajo empleado en el momento preciso de creación sí que es consciente el artista. Entretela no es efectista, no es fácil, no es fullera; los elementos que la integran tienen su porqué, su posición dentro de una estructura, tanto plástica como narrativamente.”
José Javier Villalba Alameda
Licenciado en Geografía e Historia.
Graduado y Máster Universitario en Filosofía
“Isabel podría haber representado esa realidad pretérita a la antigua. Podría haber pintado a las mujeres de su familia y sus vecinas cosiendo, lavando, cocinando… en definitiva, realizando esas operaciones en gerundio. Pero ha preferido -y ha hecho bien, puesto que en ello radica la singularidad y el valor de su obra- evocar esas operaciones realizadas en el pasado a través de objetos que portan su huella profunda. Son las cosas las que manifiestan la presencia de las personas ausentes. Ha recogido y recosido lo que esas personan anteriormente habían realizado realzando la presencia de ellas. Así, el ámbito de realidad que plasma la obra queda íntimamente ligado a los materiales que la componen. Ocurre lo mismo con los colores: el blanco (de las paredes encaladas, de las sábanas tendidas al sol), el negro y los grises (el luto), los rojos (la pasión y emociones reprimirdas). Un mundo sobrio materializado con sobriedad.
En Entretela, los objetos (telas, prendas, piezas de crochet, bordados y encajes, algunos originales de los años cincuenta) consiguen evocar con fuerza su ámbito de origen. Hay algo mucho más difícil que reproducir objetos o figuras: plasmar ámbitos de realidad, encarnar un mundo y que los demás puedan verlo. Una obra de arte es más valiosa cuanta más capacidad posee de remitirnos a las realidades más valiosas de nuestra vida. Entretela encarna un ámbito de realidad: la vida de las mujeres en el mundo rural andaluz vista por los ojos de una niña.
El impulso inicial que activa la voluntad puede ser oscuro, impreciso, fugaz: “sonidos, olores, e imágenes de mi niñez”. Pero la obra se resuelve haciéndola, manipulando la materia que impone siempre sus condiciones, hasta conseguir -filtrando mucho, trabajando mucho, con pasión y atrevimiento- el resultado buscado. La creación de una obra requiere y carga sobre ella la experiencia de toda una vida, el trabajo de toda una vida. Pero de esto el autor no es consciente… es algo que anda por ahí, y cuando es preciso sale (o no). Ahora bien, del trabajo empleado en el momento preciso de creación sí que es consciente el artista. Entretela no es efectista, no es fácil, no es fullera; los elementos que la integran tienen su porqué, su posición dentro de una estructura, tanto plástica como narrativamente.”
José Javier Villalba Alameda
Licenciado en Geografía e Historia.
Graduado y Máster Universitario en Filosofía